Laia Sanz, decidida a superar el Lyme y a terminar el Dakar


Con 35 años recién cumplidos, Laia Sanz afronta su undécima participación consecutiva en el Rally Dakar. Tal vez sea la más complicada de todas para ella, después de pasar los últimos meses convaleciente, “los más difíciles” de su vida, asegura. Cuando el 3 de enero arranque su moto en Jeddah, Arabia Saudí, no habrá marcha atrás y en su mente sólo quedará espacio para un idea: añadir otra muesca en el carenado; otra edición superada.

Las diez anteriores terminaron con la de KH-7 en el podio de llegada, como primera mujer en motos. Desde 2014 lo hace también entre los 20 mejores hombres de la clasificación, casi siempre dentro del top 15 o cerca de él. En 2015 rompió todas las barreras al acabar novena absoluta, algo inédito hasta la fecha para una deportista del género femenino en la competición del motor que año tras año -desde 1979- se gana a pulso el calificativo de “más dura del mundo”.

Esta vez, Laia Sanz no sólo tendrá que vérselas con el desierto; la inclemencia de los elementos y la climatología; las largas e interminables jornadas a lomos de su GasGas RC 450F; la treintena larga de rivales que buscarán -como ella- destacar en el podio final, o simplemente los madrugones y las pocas horas de descanso que tendrá que soportar. No, esta vez tendrá que luchar también contra un enemigo inesperado: la enfermedad de Lyme, provocada por la picadura de una garrapata.

“Ha sido un año complicado para todo el mundo por el Covid, pero para mí ha sido especialmente difícil, primero por la lesión en la mano que me hice en el Dakar, que se alargó muchísimo, y luego por no encontrarme bien, que es mucho peor que tener una lesión. Han sido meses muy duros, por no saber lo que me pasaba, con síntomas extraños y, una vez encontrada la causa, por lo puñetera que ha sido la enfermedad, que es difícil de eliminar y que te deja muchas secuelas. Estoy contenta de encontrarme mejor, pero todavía queda un largo camino y espero ir mejorando”, confiesa la piloto de Corbera de Llobregat.

Se da el caso que en 2018, Laia Sanz superó otra aparatosa enfermedad, la Fiebre Q. Sin estar totalmente recuperada disputó la edición 2019 del Dakar y no sólo consiguió aguantar hasta el final, sino que además, finalizó en una impensable 12ª posición, dadas las circunstancias. “En nuestro deporte, estamos siempre en el campo y es fácil encontrarte zonas donde han pasado ovejas, y donde hay ovejas suele haber garrapatas, pero nunca piensas que te pueda pasar dos veces algo parecido y con tantas implicaciones para la salud”, lamenta.

Pese a la situación que ha tenido que sobrellevar, Laia Sanz no arroja la toalla y está decidida a encarar el desafío una vez más: “Me siento con ganas de correr este Dakar. El tema de las fuerzas, veremos… Hay días de todo: días en los que estoy bastante bien, pero otros en los que me da un buen bajón, así que veremos una vez allí cómo me siento. El Dakar es muy duro aunque estés perfectamente bien, así que habrá que ver cómo reacciona el cuerpo al esfuerzo”.

Después de muchos meses en el dique seco, y ya de vuelta a KH-7, la marca que la llevó a debutar en el Rally Dakar 2011, Laia Sanz pudo por fin subirse nuevamente a su moto hace unas semanas para empezar a recuperar sensaciones. “Estuve probando en el desierto, en Dubai, y estoy un poco sorprendida de lo bien que fue. Había tocado la moto de rally un par de días después del anterior Dakar, así que hace mucho. Empecé a entrenar de forma muy progresiva y los últimos días acabé con un buen feeling. No es tanto un problema de la falta de moto, sino cómo estará la salud y mi cuerpo durante el Dakar”, explica. De lo que no hay duda es del compromiso y tesón de una auténtica piloto ‘dakariana’.

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